La "Travesía" de seis décadas de Liliana Porter

Con una carrera internacional constante y expansiva que comenzó a mediados de los años 60 cuando, junto a Luis Camnitzer y José Guillermo Castillo creó el New York Graphic Workshop resignificando por completo la técnica del grabado, Liliana Porter (Buenos Aires, 1941) parece haber conquistado todos los terrenos del mundo del arte. Sin embargo, tenía una asignatura pendiente con su país: presentar seis décadas de producción en una muestra retrospectiva que se moviera como un péndulo entre el ayer y el hoy, un objetivo que concreta con Travesía, su segunda experiencia en el museo Malba.
La primera vez en este museo fue con El hombre con el hacha y otras situaciones breves que inauguró en el 2013, donde creó una instalación monumental en la que un hombre diminuto destruye todo a su paso, incluso lo inimaginable, mientras se plantea la posibilidad de recoger, limpiar, derramar y construir. Esa misma obra se luciría en la Bienal de Venecia del 2017, un acontecimiento que permitió que personas de todo el mundo comprendieran el poder que tiene Porter de cautivar por medio de expresiones que parten de lo micro y cabalgan hacia lo macro.
Sobre el hecho que supone el enorme desafío de pensar en la retrospectiva de una artista tan productiva y vigente, Porter reflexiona: “Teniendo en cuenta que no vivo en Argentina desde 1964, estoy muy emocionada de tener esta oportunidad única para que mi trabajo se entienda aquí desde una perspectiva más amplia. El título, al igual que la selección de obras que pensó el curador Agustín Pérez Rubio, habilitan lecturas e interpretaciones cruzadas y escapan de la cronológica, lo que considero es un gran acierto.”
Travesía, de Liliana Porter hasta el 13 de octubre en Malba. Foto: gentileza Malba.
En cuanto a sus primeros años, explica que a partir de la inserción en el circuito de Nueva York, descubrió nuevas posibilidades para expandir la noción de grabado. "Junto al NYGW empecé a pensar desde el concepto y no solo la técnica y me di cuenta que se me hacía mágica la idea de hacer un papel arrugado y la acción de arrugar, uniendo a la ilustración con el hecho. Desde entonces en mi obra siempre está la posibilidad de juntar la imagen con la realidad y el límite con lo virtual, un tema que al parecer no logré agotar aún".
Lo dice durante la inauguración al referirse a la instalación "Arruga" que hizo junto al NYGW en 1969 en Caracas y Santiago de Chile y con la que Pérez Rubio sintió que era importante empezar la muestra, ya que es “una instalación participativa donde ingresa la posibilidad de adueñarse del espacio y romper con el cubo blanco” y donde se puede tomar un papel, hacerlo bolita y tirar.
Cuarenta años (autorretrato con cuadrado 1973), 2013, de Liliana Porter. Impresión cromogénica, 35,56 x 28,57 cm. Foto: gentileza Malba.
En esa primera sala es difícil no preguntarse cómo era la joven Liliana en relación a la artista que es hoy. "Sigo siendo igual. En los inicios cuando empezamos a trabajar junto a Luis y Guillermo, nos sentíamos cercanos a ciertos pensamientos e ideales alineados a la época que estábamos viviendo y si bien con el paso de los años surgen nuevas inquietudes e intereses, la esencia es la misma".
También hay cosas que no están tan a la vista y que aun así son acciones que siempre hace, como por ejemplo dibujar. "En la muestra no hay mucho dibujo chico, algo que hoy en día hago mucho en cuadernos Rivadavia que me traigo de Argentina cuando vengo de visita. Son costumbres que no se pierden".
Los trabajos de Porter están repletos de diminutas figuras que realizan tareas comunes pero titánicas por la desproporción de las dimensiones, como coser, pintar, recoger, reparar y aportar más allá de la inevitable posibilidad de destrucción que el mundo les devuelve. Aparecen también personajes como representaciones de utopías o idealizaciones, referentes sociopolíticos del capitalismo o el comunismo antagónicos, como puede ser Mickey Mouse, el Che o Mao, presentados como souvenirs. Imágenes corrompidas por el mercantilismo y la obsesión por la memorabilia.
Travesía, de Liliana Porter hasta el 13 de octubre en Malba. Foto: gentileza Malba.
El compromiso político de la artista siempre estuvo a la luz del día y se incluye en Travesía de maneras tanto directa como sutil con piezas de diferentes épocas pero donde los signos, elementos e insignias se repiten. "Me interesa eso de la memorabilia, donde las cosas se vanalizan, se transforman y al mismo tiempo cobran diferentes sentidos dependiendo del espectador" asegura.
Porter se apropia de la histórica temática del bodegón y crea escenas donde conviven esos objetos que son parte de la memoria colectiva así como de la vida personal y que transforma en un espejo social. “Y a ver donde nos vemos reflejados nosotros”, reflexiona Perez Rubio.
Sin título (triángulo), 1973, de Liliana Porter. Gelatina de plata, 20,3 x 20,3 cm. Foto: gentileza Malba.
La conexión entre etapas, series y momentos como una gran telaraña recuerda a una de las instalaciones de la muestra, donde una pequeña mujer de vestido rojo crea una gigantesca red de lana del mismo color, adueñándose del espacio circundante sin prisa pero sin pausa. En el pasillo del museo, un hombre pequeñito pinta una silla, mientras que en otra sala una mujer cuida un jardín de platos rotos y una última barre una larga hilera de pigmento azul.
Volviendo al comienzo, en una de las primeras salas suena un tic tac de un reloj de madera con sus agujas quietas y los números desdibujados. Un signo para nada menor si se tiene en cuenta que el tiempo es un factor crucial que avanza y se detiene creando leves tensiones que suscitan esas instancias desparramadas.
Travesía, de Liliana Porter hasta el 13 de octubre en Malba. Foto: gentileza Malba.
¿Cómo transcurre el tiempo en la obra de Porter? Sobre esto, resulta difícil pasar por alto su interés por la literatura de Jorge Luis Borges. "Me interesa cómo trata el tema y describe ciertas situaciones donde uno se mete en la narrativa y de repente hace un comentario sobre la gramática y nos pone en el límite entre realidad y ficción. Eso me fascina".
Llegando al final de esta larga travesía hay una sala oscura con butacas de cine. Un momento de pausa y silencio que reluce otra faceta que Porter desarrolla desde 1999, donde entra en juego el video, la música y el trabajo colaborativo. Aquí se proyectan ocho videos que realizó junto a Ana Tiscornia y Sylvia Meyer, a través del cual se amplían las voces en torno a su trabajo.
Travesía, de Liliana Porter hasta el 13 de octubre en Malba. Foto: gentileza Malba.
"Empecé a considerar este formato a partir de un muñequito de Pinocho que compré en el barrio chino y que golpeaba sus timbales cuando le dabas cuerda. Al terminar se generaba un silencio que me parecía fantástico pero que no lograba representar. Solo se podía explicar por medio del ruido anterior. Entonces me animé al video y descubrí que había cosas que me generaban conflicto, como que los muñecos tan pequeños se vieran gigantes en pantalla hasta que entendí que la mente comprende su verdadero tamaño sin importar como se proyecten o la importancia de la música que puede hacer que veas otras cosas. Desde entonces entre las tres hemos hecho muchos videos y obras de teatro".
En esta muestra se esconde una sensación contradictoria entre fortaleza y fragilidad, poder y entrega frente a las obras, como si el espectador entendiera que tiene la capacidad de alterar la situación y sin embargo jamás se atrevería a hacerlo. Frente a este planteo un tanto absurdo Porter confiesa: “La verdad es que nunca se me había ocurrido. Lo que sí sucedió en la Bienal de Venecia fue que alguien le agregó un muñequito a la instalación. Una sola entre tantas personas que pasaron por ahí durante tantos meses".
Travesía, de Liliana Porter hasta el 13 de octubre en Malba. Foto: gentileza Malba.
Anécdotas como esta recuerdan la sensación de distancia y cercanía con el espectador activo que se entrega, un pensamiento similar a la necesidad de cambio que tuvo en los años 60 y que continúa vigente. Es la permanencia de la rebeldía que le da fuerza a toda su producción. Evidentemente Porter tenía razón; sigue siendo la misma de siempre.
Travesía, de Liliana Porter hasta el 13 de octubre en Malba (Av. Pres. Figueroa Alcorta 3415).
Clarin